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Un mundo sin fronteras

Un mundo sin fronteras

El turismo, las telecomunicaciones e internet han alumbrado al mundo hasta convertirlo en una aldea global transparente donde nada escapa a la vista universal, vivas donde vivas. De tal manera es así, que hoy desde la butaca del salón podemos observar cómo viven desde la Patagonia hasta Canadá y desde Australia a Senegal. Todo está a la vista de los más de siete mil quinientos millones de pobladores del Planeta Tierra. Los satélites espaciales y las comunicaciones han traído también el progreso económico propiciando las transacciones comerciales, el intercambio de culturas, las nuevas formas de convivencia, la democracia, la libertad y la ciencia. En definitiva, todos estos medios nos han servido para llegar al estado de bienestar que tenemos hoy.

Por la ciencia y la investigación hoy sabemos también que todos descendemos del vientre de Lucy, la madre ancestral de la humanidad, según el último descubrimiento realizado en las laderas del río Awash en Adis Abeba (Etiopía), y cuyos restos hablan de que los primeros miembros de nuestra especie vivieron en esta zona de África hace 3,2 millones de años. Y si todos formamos parte de este árbol de la humanidad y todos vivimos en este único planeta no parece muy natural la enorme desigualdad entre territorios y países en los que está fragmentada la tierra, ni tampoco muy justo que unos se mueran de hambre y otros vivan en la opulencia. Es verdad que todos partimos de la misma meta y tuvimos las mismas oportunidades para evolucionar, como pasó en la parábola de los talentos: en la que unos los malgastaron mientras que los otros lo supieron invertir. Pero aún así,  eso no justifica que nos asista el derecho natural de imponer por la fuerza de las alambradas y de los muros, cerrando la esperanza  de sobrevivir a millones de seres humanos ante la barbarie sufrida en sus países y ante los que nos hemos mostrado como la tierra  prometida.

Si en algo fundamental se diferencian los países ricos de los pobres es en la cultura, porque sin cultura no hay evolución posible. Es precisamente la evolución constante la que nos ha traído el bienestar que tenemos hoy en  los países privilegiados; pero eso no garantiza para nada el futuro si no tomamos conciencia de que Oriente Medio y África se han convertido en una bomba de relojería que nos puede estallar en las manos si no somos capaces de dar una salida evolutiva y extender de forma universal los derechos de la ONU y de la OTAN, creando estados y organismos supranacionales que hagan más porosas las fronteras para que por un lado entre sabia nueva a este viejo continente dando una oportunidad a esos millones de refugiados desesperados  que esperan ahí fuera y, por otro,  corrigiendo la desigualdad con leyes que obliguen a repartir mejor la riqueza de un planeta que es de todos. No es de recibo que el 1 por ciento de la población tenga el 50 por ciento de la riqueza y que existan paraísos fiscales en los que están enterradas enormes bolsas de dinero con las que se podría alimentar a todo el globo.

El futuro tiene que ser de la conciliación o no será nada.

 

Por Julio Rubio

Director